miércoles, agosto 16, 2006


En la cárcel
El detenido se hallaba ante el capellán de la prisión. Tenía una carta en la mano.
– Señor, quiero hablarle una última vez, dijo el recluso.
– ¿Qué le sucede? ¿Está enfermo?
– He pasado ocho años viendo el cielo a través de los barrotes. Hasta ahora he aguantado. Alguien pensaba en mí, me escribía y me esperaba. Ésta es la última carta. Mi mujer me abandonó. Mi vida ya no tiene sentido. El creyente conocía al detenido. No era de los que hacían la comedia del suicidio para mejorar su situación.
Entonces le dijo: – Su vida de recluso, ahora que todos lo abandonaron, me conmueve profundamente. Y, sin embargo, Dios no quiere abandonarlo. Él lo busca. Quiere encontrarlo. Creo que llegó la hora para que usted se vuelva a él. Voy a orar por usted, y le ruego que lea este evangelio. Dos días más tarde, un domingo por la mañana, el hombre se hallaba en la sala donde el creyente presentaba el evangelio. Su rostro irradiaba felicidad. En la soledad de su celda, Dios encontró al desesperado y le dio más que la libertad que él esperaba: la salvación de su alma. El detenido hizo la feliz experiencia de que el evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” en el Señor Jesús, quien murió para redimir a los pecadores.
VOS QUE PENSAS, COMO TE SENTIS?, CREES QUE TU VIDA PUEDE CAMBIAR?...

sábado, agosto 05, 2006

Precioso regalo


Precioso regalo
Abrió la puerta del negocio con suma dificultad. Era una tierna niña de unos 5 años que apretó su pequeña nariz contra el vidrio del mostrador. Ella quedó fascinada viendo un precioso reloj de mujer.
El dueño del negocio discretamente se le acercó diciendo: "¿Te puedo ayudar en algo?"
"¡Claro que sí!" - respondió la niña. "Yo quiero regalar este precioso reloj a mi hermana mayor. Desde que murió nuestra madre, ella cuida de nosotros. Prácticamente no tiene tiempo para ella, pues nos cocina, nos baña y nos cuida. Mañana es su cumpleaños y yo sé que este reloj le encantará."
"¿Cuánto dinero tienes?" - preguntó el hombre.
La pequeña sacó del bolsillo de su abrigo un viejo pañuelo atado por sus puntas y lleno de monedas de un centavo en su interior. Eran los ahorros de todo el año anterior.
El hombre no lo pensó dos veces, colocó el reloj en un estuche y lo envolvió con un vistoso papel rojo poniéndole una hermosa cinta verde.
Al día siguiente una joven hermosa entró en el negocio para devolver el reloj pensando que su hermanita lo había hurtado. El dueño rápidamente le aclaró: "Su hermanita pago el precio mas alto que cualquier persona puede pagar. Ella dio todo lo que tenia."
Esta muestra de amor me recuerda el gran amor de Dios por la humanidad. La Biblia dice: "De tal manera amo Dios al mundo que nos ha dado a su único Hijo..."
Estimado amigo o amiga recuerda, Dios dio a su único Hijo por amor a ti y por amor a mi.

martes, agosto 01, 2006

PARA MEDITAR


LA DUDA TRAJO EL OCASO



Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.
La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire, cayendo a velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida.
Pensaba en la cercanía de la muerte, sin embargo, de repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.
En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar:
AYÚDAME DIOS MIO!!!

De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
¿QUE QUIERES QUE HAGA?

- Sálvame Dios mío
¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR?

- Por supuesto Señor
ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE...

Hubo un momento de silencio; el hombre se aferró más aún a la cuerda.
Cuenta el equipo de rescate, que al otro día encontraron a un alpinista colgando muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda...

A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...

¿Y vos? ¿Qué tan aferrado estas a tu cuerda? ¿Te soltarías?